DIDASKALOS

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jueves, 3 de julio de 2014

Hacia el mar Egeo

Geoffrey Stephen Kirk (1921-2003) fue un prestigioso helenista británico, profesor universitario en Yale, Bristol y Cambridge. Es conocido sobre todo en el mundo de la filología clásica por su libro Los filósofos presocráticos: Historia crítica con selección de textos, escrito en colaboración con J. E. Raven.

Geoffrey S. Kirk

Durante su juventud, el estallido de la Segunda Guerra Mundial le obligó a interrumpir su formación universitaria en Cambridge para incorporarse a la Marina Real en 1941. Después de un período de instrucción pasó por varios destinos y acabó navegando por las aguas del Egeo, como miembro de la Levant Schooner Flotilla. Tiempo después el profesor Kirk recordaría sus años de infancia y juventud en unas memorias tituladas Hacia el mar Egeo. El libro fue publicado en español hace unos años por la Editorial Gredos con traducción de Nuria Salinas.


Los primeros capítulos, dedicados a su formación académica, resultan algo tediosos, con un estilo alambicado y lleno de referencias difíciles de seguir para el que no conozca el intrincado mundo de las instituciones educativas británicas. El relato se vuelve más interesante y el estilo se hace más ágil con la incorporación del autor a la Royal Navy. Primero sirve como marinero en un buque de guerra que escolta convoyes por el Atlántico Norte. Posteriormente se incorpora a las Fuerzas Costeras y participa ocasionalmente en el desembarco y recogida de agentes que van y vienen entre las Islas Británicas y la Francia ocupada. Finalmente se incorpora a una curiosa organización de la Marina que opera en el Mediterráneo Oriental, la Levant Schooner Flotilla. Las embarcaciones que la componen son en su mayoría caiques griegos reconvertidos. Se trata de barcos pequeños de escasa potencia que navegan por la noche desde las aguas de la neutral Turquía para adentrarse en el Egeo, ocupado entonces por las tropas alemanas. Para pasar desapercibidos durante el día atracan en zonas recónditas del litoral, donde se desmontan los mástiles y el aparejo, y se tienden redes de camuflaje sobre la cubierta.


Embarcaciones de la Levant Schooner Flotilla

Estas son sin duda las páginas más interesantes del libro, en las que Kirk describe muy bien el clima especial que se vivía en estas pequeñas embarcaciones, donde se relajaba un tanto la disciplina militar y, a pesar de la tensión de las misiones en territorio enemigo, siempre había tiempo para entrar en contacto con la población local o incluso para visitar los restos de algún yacimiento arqueológico.
El objetivo de los caiques en los que navegaba Kirk era recabar información sobre las guarniciones enemigas y transportar y desembarcar comandos para atacarlas. La presencia alemana en algunas islas en esta fase de la guerra era muy reducida. Especialmente conmovedor resulta el episodio en el que la población de Amorgos entrega al único alemán destacado en la isla, que se ha ganado el afecto de sus habitantes.
Al día siguiente de fondear supimos que en Amorgos había precisamente un alemán, un sargento que vivía en el pueblo principal, Katapola, a unas cinco millas por la costa. Tenía un transmisor de radio, pero no funcionaba. Los habitantes griegos pronto supieron que estábamos allí y pactamos con ellos que escoltaran al alemán para que se reuniera con nosotros a bordo, poco antes de nuestra partida. Llegó aquella misma tarde, acompañado de la mitad del pueblo. No era algo sorprendente, aunque sí que lo fue que muchos de ellos llorasen. El alemán era un hombre maduro de aspecto amable, y obviamente apreciado por todos. Destacado allí desde hacía varios meses, había sido generoso con sus víveres y muy querido por los niños del pueblo. Resulta difícil discernir qué finalidad tenía su estancia allí, en su gloria aislada -al menos desde que su radio quedó kaput-. En cualquier caso se le explicó que viajaría con nosotros en su camino hacia un cómodo campamento de prisioneros de guerra en Egipto, un cambio en su suerte que aceptó con gran dignidad. Pese a las dificultades del idioma, durante los siguientes dos días se granjeó el afecto de la tripulación, quizá un afecto similar al que le habían profesado los isleños.
Con la liberación de Atenas, a finales de 1944, la Levant Schooner Flotilla se disuelve y los caiques son entregados a la Marina Griega en una solemne ceremonia en el puerto de Fáliro. Kirk obtiene un destino como oficial de enlace en Atenas e inicia un romance con una joven griega. Finalmente será desmovilizado a los pocos meses y volverá a Inglaterra para terminar sus estudios. El libro se cierra con el regreso del autor a Grecia en el año 47, esta vez no como miembro de la Marina, sino como investigador becado por la Escuela Británica de Arqueología en Atenas.

Geoffrey S. Kirk fotografiado en 1953

Hacia el mar Egeo son unas memorias un tanto desiguales en cuanto al estilo y al contenido. Mientras que en algunas páginas el autor se enreda en referencias a situaciones y personajes del mundo académico y militar británico, en otras se centra en los episodios de sus misiones militares en el Egeo. Son estas las que resultan más atractivas para el lector, aunque queda la impresión de que no ha sabido explotar plenamente el material que tiene a su disposición, con el que podría haber compuesto un relato de mayor fuerza narrativa.