DIDASKALOS

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domingo, 12 de mayo de 2013

"Ismene" de Yannis Ritsos

Acabo de leer Ismene, otro de los monólogos dramáticos del poeta griego Yannis Ritsos (1909-1990), que viene publicando desde hace unos años la editorial Acantilado. Anteriormente han aparecido Fedra, Sonata del claro de luna, Áyax, La casa muerta y Crisótemis, todos ellos en edición bilingüe con traducción de Selma Ancira.


En estos soliloquios Ritsos nos ofrece su personal visión de algunos personajes de la mitología y la tragedia clásicas. Los presenta en un marco intemporal y un tanto onírico y los hace hablar ante un interlocutor que permanece en silencio, al que revelan sus pensamientos, inquietudes y recuerdos.

En esta ocasión el personaje elegido es Ismene, la hija de Edipo y Yocasta, hermana de Antígona, Eteocles Y Polinices. La tragedia antigua nos la ha mostrado siempre en un segundo plano, acompañando en el destierro a su padre ciego, o recelosa ante los audaces planes de su hermana Antígona para desafiar la autoridad real.

Marcel Baschet (1862-1941). Edipo maldice a Polinices, en presencia de Antígona e Ismene

Por fin Ritsos le concede a Ismene el papel protagonista. Los años han pasado y ella es la última representante del desdichado linaje de Edipo. Vive en la vieja casa familiar, habitada por la memoria de los muertos, presenciando el lento deterioro de todo lo que le rodea, sin apenas contacto con el exterior. Recibe la visita de un joven oficial, hijo de un viejo criado de la familia, e Ismene empieza a hablarle, o quizás a hablarse a sí misma, de su vida en la mansión y de sus recuerdos. Salen a relucir los trágicos episodios del pasado, en los que jugó un papel importante su hermana Antígona, descrita aquí desde una nueva perspectiva. A los ojos de Ismene Antígona es un personaje distante, frío, austero, dogmático, obsesionado por la muerte. Sus sentimientos hacia ella se mueven entre el resentimiento y la compasión. 

También evoca Ismene en su monólogo a sus padres y a su hermano menor Polinices. Algunos recuerdos de la infancia resultan premonitorios del futuro que espera a los personajes, como cuando en los paseos vespertinos en calesa las cintas de los sombreros ondean al viento y el chal parece enredarse en torno al cuello de Yocasta, como si fuera a asfixiarla.

Finalmente Ismene se despide de su interlocutor y se retira a sus aposentos, a su mundo rodeado de un foso de silencio, que lentamente se apaga.

Como muestra del tono general que preside el poema ofrecemos los veros iniciales de la obra:

Νἄρχεστε πότε-πότε· -αὐτό μοῦ δίνει εὐχαρίστηση. Ἐδῶ πέρα
ὁ χρόνος εἶναι ἀργός· τίποτα πιά δέν ἔρχεται ἤ δέ φεύγει,
ἐκτός ἀπ᾽ τή συνηθισμένη αὐτή φθορά στό ξύλο τῶν ἐπίπλων,
στά καρδόνια τῆς στέγης, στά πατώματα, στίς σκάλες,
στούς σοβάδες, στά σκεύη, στίς κουρτίνες, στούς ρεζέδες -
ἀργή φθορά, μιά σιωπηλή σκουριά, προπάντων στά χέρια καί στά           πρόσωπα.

Τα μεγάλα ρολόγια στούς τοίχους σταμάτησαν -κανείς δέν τά      κουρντίζει·
κι ἄν κάποτε στέκομαι μπροστά τους, δέν εἶναι γιά νά δῶ τήν ὥρα,
μά τό ἴδιο μου τό πρόσωπο καθρεφτισμένο στό γυαλί τους,
περίεργα ἄσπρο, γύψινο, ἀπαθές, σάν ἔξω ἀπ᾽ τό χρόνο, 
ἐνῶ στό σκοτεινό τους βάθος οἱ σταμτημένοι δεῖχτες,
πίσω ἀκριβῶς ἀπ᾽ τό εἴδωλό μου, εἶναι ἕνα ἀσάλευτο νυστέρι
πού πιά δέν ἔχει ν᾽ ἀνοίξει ἕνα τραῦμα, δέν ἔχει
νά μοῦ ἀφαιρέσει τίποτα - φόβο ἤ ἐλπίδα, ἀναμονή κι ἀδημονία.
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Haría bien en venir de vez en cuando -es algo que me agrada. Aquí
el tiempo transcurre con lentitud; ya nadie viene ni se va,
sólo el habitual deterioro de la madera de los muebles, 
de las vigas del techo, de los suelos y las escaleras, 
de los enlucidos, los utensilios, las cortinas y los goznes -
deterioro lento, herrumbre silenciosa, sobre todo en las manos y en      los rostros.

Los grandes relojes de pared se han detenido -ya nadie les da cuerda;
y si alguna vez me paro frente a ellos, no es para ver la hora,
sino mi propio rostro reflejado en su cristal,
curiosamente blanco, como el yeso, impasible, ajeno al tiempo,
mientras en sus foscas profundidades las agujas detenidas
más allá de mi imagen simulan un bisturí sin movimiento
que no sirve ya para abrir una herida, no tiene
nada que extraerme -miedo o esperanza, espera e impaciencia.