DIDASKALOS

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martes, 18 de septiembre de 2012

El bingo del alfabeto griego

El pasado mes de abril asistí en Mérida a las VIII Jornadas de Cultura Clásica.com. Uno de los talleres en los que participé el último día estuvo impartido por Mario Díaz y llevaba por título Λέγομεν ἑλληνιστί (Hablamos en griego). Allí se nos hicieron interesantes propuestas para fomentar la práctica oral en clase de griego, empezando por algunas ideas para facilitar el aprendizaje del alfabeto por parte de nuestros alumnos. Una de las actividades consistía en utilizar el popular juego del bingo, pero sustituyendo los números por las letras mayúsculas y minúsculas del alfabeto. Se trata de un ejercicio especialmente útil para aprender los nombres de las letras. Es frecuente que los alumnos, a pesar de leer y escribir con soltura en griego, olviden cómo se llaman algunas letras (la ψ es el "tenedor", la ξ es la "serpiente", etc.).
En el blog de Mario Díaz ΜΙΛΑΜΕ ΕΛΛΗΝΙΚΑ; ΛΕΓΟΜΕΝ ΕΛΛΗΝΙΣΤΙ; se puede encontrar una plantilla en blanco para rellenar con letras griegas, pero yo he preferido elaborar directamente unos cuantos cartones para utilizarlos en clase. Se pueden imprimir, preferentemente en cartulina, y luego plastificarlos y cortarlos para que sirvan para varios cursos. También he preparado unas fichas con todas las letras del alfabeto, mayúsculas y minúsculas, y una plantilla para que el alumno que haga de director del juego pueda comprobar las letras que van saliendo. Las fichas de cartulina se pueden meter en una bolsa e irlas sacando de una en una, aunque también se pueden utilizar fichas de madera o de plástico similares a las del juego de las damas, y escribir sobre ellas las letras.

jueves, 13 de septiembre de 2012

Tres maneras de volcar un barco

Este verano también he leído Tres maneras de volcar un barco, un divertidísimo relato autobiográfico de Chris Stewart sobre sus inicios en el mundo de la navegación. El libro está publicado por la editorial Salamandra y ha sido traducido del inglés por Alicia de Benito Harland.


Para quien no conozca a Chris Stewart diremos que se trata de un personaje cuando menos singular. Nacido en Inglaterra en 1951 ha recorrido el mundo y realizado los más diversos oficios: fue el primer batería del legendario grupo británico Genesis, trabajó en un circo, se especializó en la cría y esquilado de ovejas en Suecia, recorrió China para escribir una guía de viajes, se hizo piloto de aviación en California... Finalmente decidió afincarse en España y comprarse un ruinoso cortijo en las Alpujarras granadinas, donde sigue viviendo hoy en día. Relató esta experiencia en su libro Entre limones, que se convirtió en un éxito editorial en su país y más tarde en España. A Entre limones le siguieron otros dos libros sobre su vida en las Alpujarras (El loro en el limonero y Los almendros en flor) y Tres maneras de volcar un barco, que ya no está ambientado en tierras andaluzas, sino en las azules aguas del Egeo y en el turbulento Atlántico Norte.

El libro arranca una lluviosa tarde de otoño, cuando el autor se encuentra con una amiga que le propone trabajar en verano como patrón de un velero en las islas griegas. Nuestro protagonista, que por entonces tenía pocas perspectivas de trabajo, no duda un instante en aceptar la proposición, a pesar de no tener ni los más elementales conocimientos de navegación. Comienza entonces un acelerado y accidentado proceso de aprendizaje en Inglaterra. Más tarde se dirige a Grecia para hacerse cargo del velero, que se encuentra en Kalamaki, un puerto cercano a Atenas. Su misión es llevar el barco hasta la isla de Spetses, frente al Peloponeso, donde le esperan sus propietarios, una pareja de encatadores ancianos ingleses. Pero el barco está en un estado lamentable y es necesario repararlo, instalar un motor nuevo y ponerlo a punto.

Chris Stewart, con el sentido del humor que le caracteriza, nos relata sus peripecias en tierras griegas, se ríe de sus propios fracasos, derrocha vitalidad y optimismo, se sobrepone a todas las dificultades y sabe disfrutar de las cosas que realmente merecen la pena. Es un maestro en contar anécdotas y consigue transmitir su entusiasmo y el placer de la navegación, una actividad a la que llega de manera accidental, pero que se convertirá en una de las pasiones de su vida.
El poco viento con que contábamos era suficiente para llevarnos hasta Egina, por lo que tiré del timón, amollé la vela mayor hasta que se llenó de viento e hice firme la escota. Tim ajustó el foque y la vela de estay hasta que quedaron lisas como sábanas bien planchadas y llenas de viento, y el barquito se lanzó a saltos por la centelleante superficie azul, deshaciendo las pequeñas olas y convirtiéndolas en estelas de espuma blanca. Dios mío, ¿existían palabras para describir el sencillo placer de surcar velozmente, a pleno sol, el brillante mar azul en un barco de vela, sintiendo todo el empuje del timón? Empecé a reír a carcajadas hasta que los ojos se me llenaron de lágrimas, en parte por la brisa y la espuma de agua salada, pero, en honor a la verdad, también de puro éxtasis.
La segunda parte del libro narra una aventura muy distinta. El autor responde a la llamada de su antiguo instructor y se enrola como tripulante en un velero que, partiendo de Inglaterra, pretende seguir la ruta de los antiguos vikingos entre las costas de Noruega y la isla de Terranova. Ni las gélidas aguas del Atlántico Norte con sus amenazantes témpanos de hielo, ni las terribles tempestades a las que tiene que enfrentarse hacen mella en el ánimo de Stewart, que nos regala otro espléndido y divertido relato marinero en medio de las condiciones más adversas.

Chris Stewart

domingo, 9 de septiembre de 2012

Nostalgia de Odiseo

Otra de mis lecturas de verano ha sido Nostalgia de Odiseo, un libro de poemas de Nuria Barrios (Madrid 1962) publicado por la Fundación José Manuel Lara en su colección de poesía Vandalia.


En este libro la autora se mete en la piel y en la mente de Penélope, la esposa de Odiseo, personaje en torno al cual giran todos los poemas. Conocemos bien la historia de Odiseo, sus viajes y aventuras. Durante veinte años el héroe no descansa, luchando ante los muros de Troya, enfrentándose a monstruos y tempestades, o gozando del amor de diosas. Y mientras tanto en Ítaca Penélope permanece encerrada en casa, intentando mantener vivo el recuerdo y la esperanza. El poema que abre el libro resume en cifras la existencia de Penélope: 2 años de amor, 20 años de espera. La mitad de su vida la ha pasado esperando, su juventud se ha marchitado ante el telar, que se convierte en símbolo de una vida que se teje y se desteje, un tejido que es sudario y es traje de novia.

Nuria Barrios pretende ofrecernos un contrapunto a la Odisea, presentar la historia desde el otro lado, desde la perspectiva de Penélope. ¡Escucha, Homero! es el desafío que se formula al principio de la obra. La mayoría de los poemas están escritos en tercera persona, pero en diez de ellos, que llevan el subtítulo Textus (recordamos que textus significa tejido en latín), es la propia Penélope quien, en una especie de monólogo interior poético, nos da cuenta de sus cavilaciones.

Penélope y los pretendientes (1912). John William Waterhouse.

Como muestra del tono y el estilo de la obra ofrecemos algunos poemas. El primero, muy breve, titulado El recuerdo:

A medida que teje
se desteje
en su cabeza
el recuerdo de Odiseo 

En Eco reaparece el motivo del telar, cuyos ruidos se acompasan con las obsesiones y recuerdos de Penélope:

Se entrega
a la oscura rutina del telar:
tensa los hilos,
impulsa la lanzadera,
peina la tela.
Allí
donde se confunden los caminos,
no hay más un afuera y un adentro.
Percibe voces
muy débiles,
un eco de palabras anheladas:
te quiero
espérame
nadie como tú
sólo tú
tú.
El telar le entrega
lo que es,
lo que no está.
Penélope tensa los hilos,
impulsa la lanzadera,
peina la tela.
¡Odiseo!
Tensa,
impulsa,
peina.
¡Odiseo!

Penélope se aferra a la presencia de su hijo para no caer en la locura, como se muestra en este otro breve poema titulado Caracola:

La voz de Telémaco
resuena
en su soledad
como el mar
en el ombligo oculto
de la caracola.

En Paraíso la larga espera acaba por convertirse en desesperación:

Penélope aguarda un signo,
un presagio que dé sentido a su espera:
que crezca trigo en los árboles,
una lluvia de leche, de aceite, de piedras.
En las noches,
pavorosas como la boca abierta de un moribundo,
atraviesa el umbral de su cuerpo.
Dentro,
muy adentro,
busca
otro ser posible
que no desee
nada,
felicidad tampoco
(hay que pagar demasiado para ser feliz).
Dentro,
muy adentro,
busca
el final de la senda,
allí donde
ya no se acordará de él
ni le echará en falta
ni le aborrecerá.
Ese paraíso donde Odiseo ya no existe.

Por fin llegará Odiseo y se producirá el reencuentro de los esposos, los mismos y a la vez tan distintos de los que se separaron veinte años atrás. Conocemos bien la historia cantada por Homero, pero Nuria Barrios nos presenta una visión muy distinta del final de la Odisea. No sería elegante desvelarla aquí.

Nuria Barrios

lunes, 3 de septiembre de 2012

Relatos de Siros

Este verano he leído Relatos de Siros, una colección de historias, recuerdos y reflexiones del escritor griego Emmanuil Roídis (1836-1904) que aparecieron en su día en diversas publicaciones y ahora se reúnen en este volumen editado por el Secretariado de Publicaciones de la Universidad de Sevilla. La traductora, Carmen Vilela, ha recibido por este trabajo el Premio de Traducción Literaria 2011, que el gobierno griego concede a la mejor traducción de una obra griega a otra lengua moderna. El libro viene a completar la publicación de la obra de Roídis en español, después de que Carmen Vilela haya traducido también La Papisa Juana, única novela de Roídis, y una colección de ensayos que lleva por título Paseos por Atenas, ensayos y estudios históricos.  

Emmanuil Roídis es uno de los escritores griegos más importantes del siglo XIX. Nació en la isla de Siros, pero pasó parte de su infancia en Italia. Cursó estudios superiores en Berlín y durante un tiempo se ocupó de los negocios de su familia en Rumanía, antes de establecerse definitivamente en Atenas y dedicarse a la literatura.
En diversos periódicos y revistas de Grecia fueron apareciendo, desde 1866 hasta 1901, los escritos que integran este volumen. Abren el libro los Relatos de Siros propiamente dichos, ambientados en la isla natal de Roídis. Por aquella época Siros era un floreciente centro económico y comercial, lo que facilitó el desarrollo de una próspera actividad cultural. La capital de la isla, Ermúpolis, se puede considerar una de las primeras sociedades burguesas y urbanas de la Grecia moderna, recién liberada del domino turco. Roídis echa mano de sus recuerdos infantiles y recrea de forma magistral, con buenas dosis de ironía y sentido del humor, el ambiente de la época en esta pequeña isla del Egeo. En algunos casos (Una historia de corral, Historia de un perro, Historia de una gata, Historia de un caballo) la sátira y la crítica social de Roídis parten de la comparación de sus conciudadanos con determinados animales.

Vista de Ermúpolis (Siros)

El mismo espíritu crítico y sentido del humor se respira en otros relatos del libro que ya no están ambientados en Siros, sino en Atenas o alguno de los lugares en los que Roídis pasó parte de su vida o a los que le llevaron sus viajes (Italia, Egipto, Constantinopla, Alemania). Hay por último una serie de disertaciones y reflexiones sobre diversos temas en los que Roídis da rienda suelta a los juegos retóricos y ahonda en su crítica social y de costumbres.
El estilo ágil y mordaz de la prosa de Roídis hace que estos relatos nos sigan deleitando a pesar del tiempo transcurrido desde que fueron escritos. Por otro lado llama la atención que algunos aspectos que Roídis critica en la sociedad de su época sigan plenamente vigentes hoy en día. Para muestra dos botones sacados del relato Ayios Sostis que, contra lo que pudiera parecer, no está escrito pensando en nuestra actual Europa en crisis, sino en la de finales del siglo XIX. En el primero Roídis confiesa que prefiere que le robe un bandolero a punta de navaja a ser víctima de los manejos de los banqueros o los corruptos:
Es mínimo lo que se ha ganado con que un sistema de policía rural más perfecto haya erradicado de las montañas el bandolerismo, obligando a quienes antes vivían de él a preferir la más descansada profesión de estafador, falsificador, proxeneta o fundador de una sociedad anónima. El perjuicio que suponía para la vida y el dinero acabar muriendo a manos de un bandido que cortaba gañotes, es insignificante comparado con la condena al hambre o al suicidio que impone a un número mayor de víctimas hoy día el banquero, casi nunca procesado. Sinceramente te digo que prefiero cruzarme por la calle con los bandoleros a no estar seguro de si es un estafador, un corrupto, un traidor, un calumniador o un prevaricador, el jefe de sección, el cajero, el capitán, el comerciante, el periodista o el cura a los cuales estrecho la mano en público o se la beso en la iglesia.
En el segundo fragmento Roídis cuestiona las bondades del vertiginoso progreso de su país y de Europa a costa de un endeudamiento excesivo:
Siento la tentación de preguntar si el indudable y extraordinario progreso que la ciencia ha experimentado en este período de tiempo entre nosotros, como son las redes telegráficas, los teléfonos, las carreteras, la iluminación eléctrica, los cuarenta colegios, las asociaciones de canto, los tres mil estudiantes de la Universidad, el funcionamiento sin trabas de las instituciones parlamentarias, los periódicos de gran formato, la sustitución de los bandoleros por los agentes de bolsa, los seiscientos kilómetros de viás férreas y los cientos de millones de deuda pública, han contribuido suficientemente a hacer a la Grecia actual más feliz que la de antes.