DIDASKALOS

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miércoles, 15 de febrero de 2012

El viaje a Mani de Patrick Leigh Fermor

Acabo de leer Mani. Viajes por el sur del Peloponeso de Patrick Leigh Fermor, un libro de cuya aparición ya nos hicimos eco en ΔΙΔΑΣΚΑΛΟΣ hace algún tiempo. Desde entonces la editorial Acantilado ha publicado otro libro de los viajes del autor inglés por Grecia: Roumeli. Viajes por el norte de Grecia.



Patrick Leigh Fermor (1915-2011) ha sido uno de los grandes escritores de viajes del siglo XX y un gran amante de Grecia. Durante la Segunda Guerra Mundial participó activamente en la resistencia cretense contra los nazis e intervino en el secuestro del comandante alemán de la isla. En una de las localidades mencionadas en el libro, Kardamyli, Leigh Fermor fijó su residencia años después y pasó buena parte de su larga vida.


Según confiesa en el prefacio de la obra, este libro, escrito en 1958, surge del abundante material recogido por el autor en un viaje que le había llevado desde Constantinopla hasta Creta, un viaje sin premuras, realizado a través de la Grecia continental y de las islas, una especie de recapitulación de numerosos periplos anteriores. En lugar de hacer una descripción minuciosa de un viaje tan prolongado, Leigh Fermor opta por concentrarse en algunos lugares concretos de la geografía griega y complementar su relato con extensas digresiones sobre diversos aspectos de la cultura griega moderna. Mani es el primero de esos lugares escogidos por Leigh Fermor. La agreste y aislada península central del sur del Peloponeso, recorrida de norte a sur por la cordillera del Taigeto, que se hunde en el mar en el cabo Ténaro, es uno de los lugares más remotos de Grecia y cuenta con una larga historia de luchas e independencia durante la Turcocracia.

Leigh Fermor inicia su viaje en Esparta junto a su compañera Joan y, después de una dura ascensión por las laderas del Taigeto, descienden por la vertiente occidental hacia la región de Mani. A pie, en barco o en mula pasan por abruptos valles, embarcan en solitarios puertos y recorren las principales poblaciones de la península, con sus peculiares construcciones en forma de torre. Disfrutan de la hospitalidad de los habitantes de la región, no muy bien comprendidos ni apreciados en otras partes del Peloponeso. El relato del viaje se interrumpe a menudo con excursos más o menos extensos sobre la historia de Mani (marcada por su lucha por la independencia y por las rivalidades entre las belicosas familias nyklianas), sobre la pervivencia de antiguos seres de la mitología griega en las supersticiones de la Grecia moderna, o sobre la evolución del arte de los iconos en distintos lugares y épocas del ámbito griego.


A lo largo de las páginas del libro se nota que el autor es un gran apasionado de Grecia, de sus gentes y paisajes, que sabe describir con una prosa ágil y brillante. Nos contagia además ese espíritu de libertad del que viaja sin prisas y disfruta de los placeres sencillos, como tumbarse al sol o zambullirse en el mar y dejar volar la imaginación en busca de la legendaria entrada al mundo de los muertos.

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